lunes, 9 de julio de 2012

Sexto Cuento

EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO. Jorge Bucay

-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar?¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo: “Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…” Y, haciendo una pausa, agregó: “Si quieres ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar”.

-E… encantado, maestro –titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien –continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió-: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.

Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa para entregarla a cambio del anillo. 

Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en el caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.

-Maestro –dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Eso que has dicho es muy importante, joven amigo –contestó sonriente el maestro-. 

Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar el caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que deberías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:

-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.

-¿Cincuenta y ocho monedas? –exclamó el joven.

-Sí –replicó el joyero- Yo sé que con el tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero la venta es urgente…

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

-Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.




REFLEXIÓN

Desde muy pequeños nos van diciendo “valoraciones” respecto a nosotros. 

Unas acertadas, otras, vete tú a saber de dónde salieron. 

Seguro que todas con la pretensión de que fuésemos perfectos. 

Pasado el tiempo, a veces, nos damos cuenta de que llevamos muy dentro de nosotros “valores” que damos por universales y que sólo cuando nos hacen pensar en ello, porque desde fuera es más fácil verlo (para bien o para mal), empezamos a plantearnos si no estaremos algo confundidos. 

Somos una cultura que juzga y pone con facilidad calificativos. Y que nos creemos aquellos que hace ya mucho tiempo nos adjudicaron. 

Cuando son positivos, vaya… (lo malo es que no se ajusten a la realidad). 

Pero cuando han sido negativos… pues como al protagonista de esta historia.




AUTORA: LA AMIGA DE LA SIRENITA DE CULLERA

2 comentarios:

  1. Este cuento me lo dedicas a mi, verdad??? Me explico, mi autoestima a veces está por los suelos.
    No debería ser así, pero no puedo evitarlo. Si, ya sé porque me lo decís y me lo demostráis...que soy especial.
    Pero a veces creo, seguro que equivocada, que si soy especial pero porque soy muy tonta y dejo que la "gente" se aproveche de mi.
    A veces tengo la sensación de que "algunos" me han elegido como amiga porque no me valoro a mí misma como debiera y soy fácil de manipular.
    Este cuento va a ser muy bueno como TERAPIA.

    ResponderEliminar
  2. Porque cuando quiero a una amiga, me doy sin límites, con las cartas boca arriba, transparente y claro, soy una "presa fácil" para que jueguen conmigo y me hagan daño.
    Y mira que lo intento y siempre digo, no voy a caer a nunca más...pero nada...

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...